Los triunfos logrados en Tucumán y Salta le significaron a Don Manuel el otorgamiento, por parte de la Asamblea del Año XIII, de la suma de 40000 pesos oro. Con ese dinero, Belgrano podría haber comprado tierras, ejecutado inversiones o bien haberlo despilfarrado en placeres o subsistencia, pero no; Manuel Belgrano donó ese dinero al Estado bajo la directiva de que con ese monto se construyeran escuelas en Tarija, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. Proyecto que quedó a mitad de camino, ya que los sucesivos gobiernos destinaron el dinero a otros emprendimientos.
Las condiciones en que murió Manuel Belgrano estuvieron alejadas de lo que podría haberse imaginado para una persona que dio tanto por el pueblo y por aquella Revolución de Mayo que nos condujo hacia la independencia. La pobreza y el olvido fueron el escenario donde se desarrolló la trágica escena de Belgrano muriendo, ni más ni menos. Quizá porque la inercia que caracteriza a la historia de los países no cuenta con la holgura suficiente para reconocerle, hasta el último momento y segundo de vida, el reconocimiento debido a aquél o aquélla que se apasionó y destinó su vida a la conformación de una patria y nación libre y soberana. El 20 de junio queda así como fecha histórica destinada al reconocimiento del abogado, militar, economista, pensador, educador y solidario Manuel Belgrano, creador de nuestro símbolo identitario durante la Expedición del Paraguay en 1812: la celeste y blanca Bandera Nacional Argentina.
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